La alegría del deseo de ser Santo

30° Aniversario de la Beatificación de Marcel Callo

traducciones posibles

Homilía de Monseñor Pierre d’Ornellas, Arzobispo de Rennes, en la iglesia Notre Dame de Bonne Nouvelle, el domingo 8 de octubre de 2017

Isaías 5,1-7 / Salmo 79 / Filipenses 4,6-9 / Mateo 21,33-43
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Amigos míos,

La piedra que «desecharon” y que “es ahora la piedra angular” (Mt 21,42) del edificio que es la Iglesia, es Cristo Jesús, el Crucificado, resucitado de entre los muertos, glorioso, vivo.

Podemos decir asimismo, que esta “viña” que es la Iglesia, no ha sido entregada a los viñadores homicidas, ya sean homicidios reales o, como apunta San Mateo (Mt 5,21-22),  homicidios de palabra, de mirada o de simples gestos o pensamientos invisibles y sin embargo mortíferos para la persona.

No, Dios entrega su “viña” a aquellos a quienes nunca cesa de crear: los Santos. Sí, de generación en generación, Dios suscita la Santidad para encomendarla a su Iglesia. No es una santidad abstracta, sino una santidad real, vivida por hombres y mujeres de carne y hueso en el contexto determinado de la sociedad en la que viven. Entre todos estos santos y santas a quien Dios entrega su “viña” esta Marcel.

Puedo decir sin dudarlo, tras haberme sumergido en los textos de Marcel, que en aquel dramático momento en el que abundaban los viñadores homicidas, Dios suscitó, entre otros, al Bienaventurado Marcel, Santo del cielo. Podemos escuchar estas palabras de San Pablo a los Filipenses como palabra del Apóstol, ciertamente, pero también como palabra de Marcel: “Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mi.”(4,9). Así pues, ¿qué hemos “aprendido y recibido?”  ¿Qué hemos “visto y oído” de Marcel para ponerlo en práctica?

La responsabilidad del cristiano

Marcel tiene 20 años y esto es lo que escribe en  sus notas personales: “Se compara la Iglesia a la viña cuya cabeza es Cristo y los cristianos son los sarmientos: es el Cuerpo Místico. Recibimos la vida de Cristo.” Y añade un pensamiento extraordinario de manera profética, mucho antes de lo que dirá el Concilio Vaticano II. Escuchen la osadía de este joven de 20 años: “Vemos que la Iglesia esta jerarquizada, el Papa, los obispos, los sacerdotes y los cristianos; nosotros, los miembros de la JOC (Juventud Obrera Católica) somos los pastores, los jefes de la Iglesia obrera.” En aquel momento Marcel es miembro de la JOC, pero podríamos decir: nosotros los scouts, o del grupo al que pertenezcamos. Permítanme esta observación: los jefes scouts podrían decir: somos los pastores, los jefes de la Iglesia de los Scouts. Responsables del MEJ (Movimiento eucarístico de los jóvenes), o de monaguillos podrían quizás decir: somos los pastores, los jefes de aquellos y aquellas que veneran la Eucaristía.

Sigue Marcel: “Los sacerdotes no pueden llegar a todos los ambientes, por eso hay militantes de acción católica en todos ellos. Los miembros de la JOC de cada Parroquia son responsables”. El Concilio Vaticano II especifica que los laicos participan de la responsabilidad en  la misión salvadora que Cristo encomienda a su Iglesia (1). Muchos cristianos me dicen: Padre, díganos lo que hay que hacer y lo haremos.  Marcel no le pregunto al sacerdote de la Parroquia lo que había que hacer. Con 20 años, Marcel asumió su responsabilidad de cristiano. Veremos de qué manera. Entró en la JOC aquí, porque su querida mama quería tenerle a su lado. “Los miembros de la JOC de una parroquia son responsables de las almas que habitan los barrios de esta Parroquia y por ello nosotros, los dirigentes, debemos preocuparnos de formar a los militantes». Es un término de la época: hoy diríamos formar a “testigos “de Cristo. Y Marcel continúa: “Por otra parte, tenemos que desempeñar nuestro papel en la reconstrucción del mundo, de Francia”. Esto lo escribe en 1942. ¡Sabemos lo que ocurre en Francia y en el mundo entero en 1942! Y termina:”somos las piezas imprescindibles”. ¡Tan elocuente, esta palabra!

El odio al mal

¿Qué ve en esta “viña”, en este “cuerpo místico”? Ve a personas que cometen el mal. “Las causas son todo lo que hallamos en ocasiones peligrosas. El pecado disminuye nuestra vida espiritual, nos rebaja, nos impide ser militantes, nos impide entregarnos (…). Debemos huir del mal, no hay que jugar con el fuego, hay que  odiarlo.” Marcel no siente rencor ni amargura hacia los que cometen el mal. El Padre Jacques Hamel así lo dijo, magníficamente –lo cual conmovió al Arzobispo de Rouen- sin proferir nada en contra de los que le degollaron: “¡Satanás, márchate!”

La Eucaristía

Sigue inmediatamente nuestro querido Marcel: “Seremos buenos instrumentos de la Ciudad Nueva cuando hayamos puesto a Cristo en nuestra vida. Por ello vayamos con mucha frecuencia a verlo, recibiendo la Comunión.” ¡Dios sabe que para Marcel la Comunión tenía mucha importancia! ¡La Eucaristía!  Sin duda Marcel, que hoy nos dice “pongan en práctica lo que han aprendido, lo que han oído y visto en mi”, nos invita a crecer en el amor a la Eucaristía. ¡Nada es más grande que la Eucaristía en la tierra! He aquí una invitación de nuestro querido Marcel: que reflexionemos, que meditemos sobre la Eucaristía y la Comunión eucarística.  “Por ello vamos muy a menudo a comulgar”. Y añade: “No seamos egoístas: los otros antes que yo”. La Eucaristía sin la caridad al prójimo esta trucada dirá Benedicto XVI.

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Po ultimo, Marcel es muy concreto a los 20 años: “Tengamos un plan de trabajo preciso, seamos metódicos en todo lo que hagamos”.  Y al mismo tiempo y al igual que San Ignacio de Loyola, Marcel aporta el siguiente matiz: “No debemos ser negativos en nuestra vida, sino positivos”. ¿No recomendaba San Ignacio apuntar siempre a lo positivo del prójimo? Y este sentido de la responsabilidad: “Un dirigente no debe hacer, sino mandar hacer”. Mas su responsabilidad es cristiana, por ello concluye: “Pongamos a Cristo en toda nuestra vida,  en todos nuestros actos, pues en la medida en que pondremos a Cristo en nosotros trabajaremos por el bien de la comunidad. Cada día debo ser un poco más identificado a Cristo.”

El apóstol, pieza imprescindible

Marcel se acerca a lo que dice hoy el Papa Francisco. ¿Qué es ser cristiano para Marcel? Es ser Apóstol. El Papa Francisco nos dice: ¿Qué es un bautizado? Es ser un “discípulo misionario” (2) Imposible vivir su Bautismo sin el deseo de ser testigo de Dios. ! He aquí la responsabilidad cristiana! ¡Ahí están las “piezas imprescindibles” de la “viña”! Y aquéllos que no asuman esta responsabilidad serán sustituidos por otros que Dios no deja de suscitar.

Marcel escribe: “No se puede ser cristiano sin ser apóstol. No podemos amar a Dios si no amamos a nuestro prójimo. El cristiano, el miembro de la JOC es el intermediario entre Dios y la masa. El cristiano no es digno de ser llamado así si no milita. Debe ser apóstol. Apóstol significa entregarse a una causa, para la realización del plan de Dios sobre la tierra. Así pues, si no vemos a Cristo en cada uno de nuestros hermanos, no somos apóstoles. No somos apóstoles si no rezamos, si no comulgamos por el prójimo, y si no lo hacemos, no merecemos el cielo.”

El martirio

Añade un pequeño matiz extraordinario que halla leyendo el Evangelio: “Vemos que Cristo no fue exigente para con la masa, incluso vino por ella (la mujer adúltera, la Samaritana, María Magdalena), especialmente para los pecadores. En cambio Cristo fue muy exigente con sus apóstoles, no les ahorró las adversidades, les pidió abandonarlo todo, incluso les anunció que quizás morirían por él, y murieron mártires.”

Es como si Cristo hubiese brillado en el corazón de Marcel, para que tomara conciencia de su responsabilidad de cristiano como “pieza imprescindible” para la belleza de su «viña”, como “apóstol”, y finalmente como “mártir”. ¡Cómo  imaginar que esto que escribió para sí mismo a los 20 años no le haya venido a la memoria en Mauthausen! San Juan Pablo II reconoció hace 30 años que era un “mártir”. Al igual que los apóstoles, es efectivamente un “apóstol”, un cristiano que ha asumido hasta el final su responsabilidad de bautizado.

El amor desbordante

Ayer por la noche escuchamos parte de la oración que compuso él  mismo a partir de una plegaria del Papa Pio XI. He aquí lo que escribe Marcel: “Oh Cristo Jesús, os reconozco Rey Universal. Todo lo hecho ha sido creado por vos. Disponed de mí, enteramente, como le plazca. Renuevo las promesas de mi Bautismo.” Aquí hay un paréntesis que les leo: “Momento de silencio; pensar en mi Bautismo y en la renovación de mis promesas en el momento de mi Primera Comunión”.

Para Marcel el Bautismo no es del pasado, ¡es hoy! De ahí ese momento de silencio en el que piensa en su Bautismo y en la renovación de sus promesas en su  Primera Comunión. Bautismo y Eucaristía ligados y actuales hoy, para él.

La oración sigue así: “Me propongo de manera muy especial, hacer triunfar según mis posibilidades, los derechos de Dios y de la Iglesia”. ¿Cuál es el medio por excelencia? La oración lo menciona: “Con el corazón desbordante de amor por mis hermanos quiero ganar a los jóvenes trabajadores.” El Concilio Vaticano II nos dirá que la Santidad es la plenitud de la Caridad (3). El medio más grande es el amor, tal y como lo reza Marcel: “con el corazón desbordante  de amor por mis hermanos.”

La Paz de Dios

Amigos míos, mientras damos gracias a Dios, no solamente por la Beatificación de Marcel Callo, pero también por Marcel mismo, por la alegría de Marcel, podemos escuchar de nuevo la palabra de San Pablo aplicándola a Marcel que hoy nos dice: “Poned en práctica lo que habéis visto y oído de mi, y el Dios de la Paz estará con vosotros”.

¿Cómo no pensar que esta frase de San  Pablo a los Filipenses se cumplió perfectamente en el corazón de Marcel? Como se nos dijo ayer durante la vigilia, del corazón, de los labios, de la mirada de Marcel, no salió nada que fuese malo, amargo hacia aquéllos que le llevaron a Zella Mehlis, a Gotha y a Mauthausen. El que le vió morir bien intuyó que su mirada era otra. Había otra cosa en la mirada de Marcel, sin duda aquella “ciudad nueva” que es la “ciudad Santa” (Ap. 11,2; 21,2-10).

Cómo no pensar que esta frase de San Pablo Apóstol a los Filipenses se cumplió para Marcel: “La paz de Dios (-en los más terribles conflictos-) que va mas allá de todo lo que se pueda concebir, preservara  vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo  Jesús” (4,7). La paz de Dios amparó a Marcel en la morada de Cristo, se convirtió en otro Cristo porque Cristo mismo le preparó, haciéndole tomar conciencia de la grandeza de su Bautismo y de la Eucaristía, de la grandeza de su responsabilidad de apóstol, de la grandeza de ser cristiano, “pieza imprescindible” en la “viña” del Señor. Si, con otros fue “pieza imprescindible “en el infierno de Mauthausen. Por  ello la luz brilló en las tinieblas de donde fue arrebatado. Desechado, fue unido a la piedra angular” que es Jesucristo, un instrumento de paz.

Que Marcel (que ciertamente algún día será canonizado) rece por nosotros y nos obtenga de Cristo la gracia de reconocer la grandeza, la belleza y la alegría de nuestra misión de cristianos.

Que Marcel nos obtenga de Dios la gracia de reconocer la alegría del deseo de ser Santo y Santa para trabajar con amor en la “viña” del Señor.

(1)- Constitución Dogmatica sobre la Iglesia, 21 de Noviembre 1964, n°33; decreto sobre el apostolado de los laicos, 18 de noviembre 1915, n° 2-3.

(2)- Exhortación apostólica La Alegría del Evangelio, 24 de Noviembre 2013, 0°119-121.

(3)- Constitución Dogmatica sobre la Iglesia, 21 de noviembre 1964,  n° 39-40.

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F-35042 Rennes Cedex